Desde Mestia se ve la Cruz… si te esfuerzas, allí, a lo lejos, en lo alto, tan inaccesible, y tan poderoso. Ni me imagino por dónde hay que subir para llegar hasta allí. Y ¿cuánto tardaríamos? ¿Lo intentamos hoy? Acabamos de llegar, sin dormir mucho, encontramos el alojamiento, y ahora estamos sentados en un bar esperando la comida… Y si en vez de hacer rutas en Mestia, nos tomamos un par de viñitos, y aquí nos quedamos tan a gusto viendo la cruz allí, a lo lejos, en lo alto…
La Ruta de la Cruz, una de las muchas rutas en Mestia:
Pasamos por la información turística en búsqueda de la información, pero justo les habían acabado los mapas de la zona.
– Vale, pero, ¿me puedes decir por dónde empezamos?
– Si, es fácil: vais recto y luego a la izquierda.
Ok, parece muy fácil, sólo nos queda intuir cuándo hay que girar. Es cuando vivimos el primer ejemplo de la amabilidad de los georgianos: casi nos llevan de la mano hasta dónde tenemos que girar. Giramos. Empezamos a subir. Pasamos por el medio del pueblo, debajo del pasadizo entre koshkas, unas torres-viviendas emblemáticas de la zona, y… seguimos subiendo.
Un georgiano preocupado
Un georgiano majo nos pregunta a dónde vamos, al saber la respuesta, menea la cabeza y pregunta si llevamos linternas. ¿Cómo? ¿Tan lentos parecemos que se piensa que vamos a tardar hasta por la noche? Si sólo son las 15.00.
– ¿Cuándo cae la noche en septiembre aquí?
– Sobre las 19.00 empieza a oscurecer…
– Vale, entonces, ¿no nos dará tiempo?
– No sé, hay turistas que tardan mucho, – dice y sonríe.
¡Turistas! Hmmm Vamos a mostrarle que nos somos turista cualquiera, que nosotros somos senderistas con experiencia, que nosotros podemos… Oye, esta subidita, ¿va a ser todo el rato así o qué?
Pues sí, la ruta de ida es siempre subida, lo único que puede variar un poco es la inclinación: más de 45º o menos, a ratos… Vaya, con el señor, ¡va a tener razón y necesitaremos frontales al final!
¡Haz paradas!
Intentamos no ralentizar demasiado el paso, pero a veces tenemos que parar y descansar. Y menos mal, porque si no, nos hubiéramos perdido toda la belleza de Mestia y las montañas que la rodean. Cuanto más alto subes, más vistas se abren: más picos, más macizos, más y más… ¿El Cáucaso tiene fin? Desde aquí parece que no…
Desde un punto se avista el aeropuerto Queen Tamar de Mestia, pequeño, pero bonito. Parece que es muy fácil acercarse hasta la misma pista, mañana lo veremos, cuando hagamos la ruta al glaciar Chalaadi.
Al salir del bosque, continuamos por pastos y huertos. Hay paisanos trabajando. Bien, en caso de emergencia, siempre se puede acudir a ellos. Vale, la región no es tan salvaje como nos lo pintaban. Por lo menos, hay gente.
Ahora subimos por una pista por donde, parece, pueden pasar coches. Y sí, nos acaba de adelantar uno. Bien, en caso de emergencia… no sé porque estoy pensando “en caso de emergencia” todo el rato. ¿Será por el paisano que nos metió un poco de intranquilidad dudando que podamos bajar antes de la noche? ¿O porque nos decían que es una zona salvaje: con gente que no sabe qué es la ley y animales salvajes por todas partes? ¿O simplemente porque hay una nube gigante, el cielo se está tornando negro y se escuchan truenos cada vez más cerca?
Mi sentido común dice volver, dadas las condiciones, pero mis pies siguen; les parece que las vistas son muy bonitas desde allí arriba, dónde la cruz…
Cansancio del último tramo
Por fin, el último tramo. Decir la verdad, me he cansado.
¡Mira! Una tienda de campaña. ¡Cómo mola! No nos lo habíamos pensado. La acampada es libre en Georgia
Aquí estamos, donde la Cruz. Allí, a lo lejos, muy abajo, está Mestia, donde estábamos hace dos horas pensando si subir o no. Precioso. Pero aún más bonito, hacia el otro lado, donde el camino sigue, entre montes, hasta los picos cubiertos de nubes negras, allí, donde, dicen, hay lagos bonitos, a unas 3 horas más de subida. No, no nos da tiempo hoy.
La vuelta desesperada, la situación de emergencia…
Por fin, alguna bajadita, parece que tengo alas. Estamos descendiendo bastante rápido, pero no sólo porque es mucho más fácil que subir y el camino es cómodo, sino porque tenemos muchísima sed, y no tenemos ¡nada! de agua. A medio camino nos desesperamos y ¿nos atrevimos a beber de uno de los riachuelos que salen por todos lados? Si lo hacen las vacas, con que busquemos una zona un poco más limpia, lo podríamos hacer también nosotros, ¿no?
#Reflexión: En estos momentos piensas: Tenemos lejilla/pastillas potabilizadoras en casa, ¿por qué no la(s) hemos traído? Con una gota/pastilla sobraría… ¿Y por qué no preguntamos en el pueblo si el agua del río se puede beber? Si lo hacemos siempre antes de trekkings. ¿Y por qué no llevamos más agua? Y por qué…
Venga, luego analizaremos la situación, ahora tenemos que hacer algo, porque me estoy deshidratando. A ver: un riachuelo, agua corriente, bien, no le da tiempo a estancarse. Sale de la tierra, bien, menos posibilidades de contaminación por animales y más posibilidades de que se haya limpiado pasando por la tierra. No vemos nada muerto en los alrededores. ¿Qué? ¿Lo hacemos? Denys, el primero, porque distingue mucho mejor sabores y olores. Mmm vuele y sabe bien, eh! ¡Muy rica! Y fría, lo que significa que sale debajo de la tierra, parece que es una fuente.
Saciamos la sed, llenamos la botella, y la vida nos sonrió otra vez. Otra vez podíamos disfrutar del paseo y de las vistas…
#Reflexión // #TipViajero: Siempre que salimos al monte, por lo corta/fácil/trotada que sea la ruta, hay que prepararse y no tomar nada a la ligera. Nosotros tuvimos mucha suerte de encontrar ese riachuelo y no nos pasó nada, pero… en primer lugar nunca debe faltar agua, comida sí, agua, nunca. Por otro lado, en situaciones críticas, podéis seguir algunos pasos básicos para identificar la potabilidad del agua (ver arriba), pero nunca es seguro al 100%
La ley de Murphy reina en Mestia
Bajamos sobre las 18.30, en plena luz del día, el paisano que nos preguntó por los frontales, seguía en el mismo sitio; Denys le dijo orgulloso:
– Ves, ni ha oscurecido y nosotros ya estamos aquí, – Nos sonrió, pero parecía que no entendía muy bien de qué iba la cosa: ¿no se acordaba? ¿lo dice a todos para hacer la gracia? ¿o era otro paisano…?
Aunque saciamos un poco la sed, no nos atrevimos a beber mucha agua del río, por si acaso, así que otra vez estábamos con ganas de agua o ¡mejor! ¡Coca-Cola fría! Ahora que estábamos en un pueblo, nos podíamos permitir este capricho. Vimos un kiosko típico que ponen los vecinos, y una abuela dentro. Queríamos pagarle todo lo que pidiera por una Coca-Cola, pero… ¡no tenía!
– Sentimos no poder hacerte ganar nada.
– Siento no tener lo que buscáis.
Sonrisas, buen rollo, y seguimos buscando una tienda.
#LaLeyDeMurphey: La conocéis, ¿verdad? Queremos una Coca-Cola fría, ¿tan difícil es? El pueblo está lleno de tiendas con todo tipo de bebida… menos la zona donde bajamos nosotros. ¡Noooo!
Tuvimos que andar unos 20 minutos más hasta que encontramos una tienda con Coca-Cola y ¡helados de nuestra infancia! Tardamos, pero mereció la pena. Descubrimos la tienda más barata de toda Mestia y con el señor más majo… A partir de ahora y para los próximos 3 días ésta será nuestra tienda para hacer la compra.
Después de una noche y día agotadores, ¿qué hacemos? Una cerveza, un vino, fruta para cenar y a casa. Todo perfecto… menos el vino… será una semana más tarde aprox, cuando descubriremos en qué zonas de Georgia es recomendable comprar vino en cualquier tienda, y en cuales es mejor cenar con una cerveza 😉
Acabó nuestra primera historia en Georgia, una de varias rutas en Mestia. Estad atentos, seguiremos contando nuestras vivencias en este país de las 1000 y una experiencias.
Podéis descargar la ruta de la Cruz aquí, pero es prescindible, cualquiera os puede guiar.
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