En el post anterior hablamos del Parque Natural de los Collados del Asón, Cantabria, y os dimos consejos prácticos para realizar la ruta de la Vuelta a Colina. Pero como la ruta da para mucho, aunque sólo dura 5,5 hrs., la dividimos en dos partes y ahora es cuando os ofrecemos una descripción detallada de la experiencia.
Ruta de la Vuelta a Colina
Recorrido
La ruta se llama La Vuelta a Colina, pero la verdad es que Colina es el nombre de uno de los picos más altos de la zona, 1.441 m, y se asciende durante el trayecto 🙂 Se puede evitar… pero para seguir la senda hay que subir casi todo y girar a los escasos… 10 metros del punto más alto. Así que, preparados para una ruta con subidita, nada complicada y muy gradual, pero con una cima de por medio.
Empezamos en el aparcamiento de los Collados del Asón, bien visible desde la carretera CA-265, nada más pasar el mirador de los Collados del Asón si vais en dirección Gándara. En pleno agosto no tuvimos problemas para aparcar, incluso a las 11.00.
No llevábamos la ruta en el GPS, ya que confiamos en lo que nos dijeron en el Centro de Interpretación del Parque Natural de los Collados del Asón en Gándara: «Está perfectamente señalizada», y sólo pudimos llegar al primer cruce, donde supuestamente había una señal indicando la dirección… pero estaba arrancada.
Menos mal que pillamos a un senderista local – por la confianza con la que adelantaba a los turistas que intentaban, como nosotros, ubicarse – y nos indicó la dirección: seguir la pista asfaltada pasando por las cabañas de Horneo hasta llegar al desvío del Sotío. En este cruce, si seguís recto, podéis hacer la ruta del Glaciar de Honojón, 200 m menos de desnivel, unos 3 kms más corta, y trascurre en su mayoría por bosques. A la derecha, es la nuestra.
Aquí es donde el senderista local nos abandonó con un último consejo: «Mirad, estos son los Campanarios, a la vuelta no los perdáis de vista para seguir el camino correcto».
A unos pocos metros pillamos cobertura, descargamos los mapas de la zona… y nos relajamos; ahora si que podíamos ir a nuestro ritmo, el ritmo de un blogger de viaje – léese «parar para hacer fotos y recordar todos los detalles para contarlos en el blog» – sin temer perdernos por la noche en una montaña desconocida.
Al pasar la cabaña del Sotío, hay un giro pronunciado a la izquierda, desde el cual se nos abren las vistas al Valle del Asón. A pocos metros nos adentramos en un hayedo, por la senda llamada Camino de Saco; un bosque de cuento… pero después de la lluvia, también un bosque de mucho barro. Por lo visto, el barro es muy habitual aquí, hasta han puesto varios puentecitos de madera para intentar salvar las botas del senderista… pero llega un momento en el que ni eso ayuda…
El bosque detrás piensas que has pasado lo más duro… pero te das cuenta de que estás en el inicio de una subida muy pronunciada. Pero como intentamos buscar el lado bueno de cada inconveniente, te avisamos que es la subida más dura de toda la ruta 😉 #StayOptimistic 😉
Al final de la subida están las Cabaña en Braña Saco, donde Denys decidió descansar un poco mientras yo hacía fotos de las vistas que empezaban a abrirse entre las montañas.
Seguimos el camino y encontramos el cruce para el Hoyón del Saco… un nombre que ni sabía lo que tramaba, pero lo descubrimos rápido: nada más pasar otro bosquesito de haya y piedra suelta, y luego un campo de piedra con grietas… Espera, aquí nos quedamos. Hemos encontrado algo muy curioso…
Nos hemos encontrado con un lapiaz, con un montón de agujeros dentro de los cuáles empiezan a crecer diferentes plantas a las que no les importa pasar mucho tiempo sin luz. Son plantas de apariencia arcaica, tonalidades oscuras y con algo malvado en su look… Nos entretuvimos un buen rato entre las grietas, inspeccionándolas, saltándolas con cuidado, haciendo el tonto…
¿Qué es? Un lapiaz, lenar o pavimento de caliza es un surco de dimensiones pequeñas o medianas, separado por paredes de roca en algunos casos agudos. Sus dimensiones son decimétricas, aunque en profundidad pueden superar la decena de metros. El lapiaz varía entre unos pocos milímetros a varios metros. Aparecen en procesos kársticos.
Y ahora si que llegamos al Hoyón del Saco que resulta ser un hundimiento profundo donde se suele canalizar el agua de los alrededores y de dónde se traspasa a la cascada del Asón. Para superar el Hoyón y seguir el camino, hay que bordearlo.
Antes de empezar la subida final a Colina, tuvimos un encuentro con los caballos… parecía que nosotros éramos los reyes del camino hasta que nos dimos cuenta de que uno de ellos se acercó a una cría, a modo protector. Es cuando entendimos que un movimiento incorrecto, y nos encontrábamos en peligro, ya que era una hembra protegiendo a su hijo(a). Le dimos tiempo para reaccionar y cuando se fueron, reanudamos el camino.
Un poco de filosofía: ¿Por qué a los caballos y vacas les gusta tanto ponerse en medio de caminos?
La siguiente señal nos manda a la derecha, para luego girar a la izquierda y seguir la loma hasta llegar a la sima de Colina.
Sin embargo, hicimos una parada larga en cuanto se nos abrieron las vistas a las cabañas de Sotombo, el Barranco de la Sota y la costa cántabra. Tengo que confesar que las vistas desde aquí me parecieron mucho más impresionantes que desde la propia sima.
De aquí ya no queda nada hasta la sima. Lamentablemente, no pudimos quedarnos mucho tiempo arriba, ya que hacía un viento tremendo. Bajamos corriendo (es donde en el track aparece la velocidad de 13 kms/hr 😉 y aceleramos el paso para refugiarnos. Superamos el paso entre piedras – sacado de historias de piratas, el paso único, el estrecho, el peligroso – y las cabañas de Brenacobos corriendo. Sólo descansamos un rato en el hayedo de Moncrespo, donde el viento se aflojó.
En cuanto avistamos los Campanarios, pensamos que lo que nos esperaba por delante era un simple retorno, sin mucha complicación ni cosas interesantes… y es cuando… nos encontramos de repente con una señal descendiendo a las profundidades de la tierra entre las paredes verticales. La verdad es que en esta ruta nunca te aburres: cuando piensas que ya no hay nada que te sorprendiera… llegan las Hazas del Respiradero o Cañada de Moncrespo, una profunda y estrecha canal en la roca, de unos tres metros de ancho y unos 10 de alto, por cuyo fondo, cubierto de plantas gigantescas, discurre la senda.
Al salir del «túnel», el camino sigue por el lateral del monte, con vistas impresionantes al valle, hasta llegar al cruce en el Alto de la Posadía. Seguimos recto, cogiendo la pista sin asfaltar por la que venimos. A menos de 20 minutos llegamos al aparcamiento, saludamos a las vacas, las que seguían dentro de su recinto y a las que salieron de paseo por la carretera, estiramos, nos subimos al coche y seguimos la ruta circular en coche alrededor del Valle de Soba, ruta de la cuál os hablaremos en el siguiente post.
Para la información práctica de la ruta, mirad el post anterior: Ruta de la Vuelta a Colina (PR-S 077), lo mejor del Parque Natural Collados del Asón. Cantabria.