Esta historia empezó hace mucho tiempo… en la feria de turismo, Fitur 2014… Gracias a la gymkhana de Minube uno de los premios que ganamos fue 2 noches en un bungalow en el camping «La Aldea» y un paseo a caballo por la playa al atardecer… La verdad es que no tenía demasiadas ganas de montar, sobre todo, después de la experiencia en camello, cabalgando durante 2 horas por el desierto de Marruecos: me dolía todo, el animal me pareció bastante inmanejable y al bajar por las dunas casi me caía… Pero tal y como me pasa muchas veces, aunque no me emocione, lo pruebo, y si no me gusta, ya lo sabré a ciencia cierta 😉
Llegamos a la hípica El Pasodoble a la hora acordada y lo primero que pregunté a la instructora fue: «¿Montar a caballo es más incómodo que ir en camello?» La pobre no sabía qué contestarme, ya que no había montado en camello y nunca le habían hecho esta pregunta.
Nos preguntaron a cada uno qué nivel teníamos y asignaron caballos según la respuesta 😉 Y la verdad es que acertaron bastante: la yegua de Denys se llamaba La Furia y la mía – Princesa 😉
Una vez me subí al caballo, me dio un poco de yuyu, porque empezó a moverse… pero la instructora dijo: «El caballo se mueve todo el rato; es normal«. Entonces toca acostumbrarme al constante movimiento.
Abren la puerta y de repente todos los caballos quieren salir a la vez, se amontonan, intentan colarse uno delante del otro… como las personas cuando se abren las puertas de El Corte Inglés el primer día de las rebajas. Pero tal y como nos lo explicaron, en este caso lo que pasa es que cada caballo tiene su sitio favorito en la fila e intentan colocarse cuanto antes. Una vez salimos al camino, se tranquilizan y van siguiendo uno al otro…
De vez en cuando notaba que mi Princesa iba saliendo de la fila y meneaba la cabeza… resulta que otro caballo que iba detrás le estaba tocando el culo, lo que ¡no le gustaba!… En general, a los caballos no les gusta tener al otro cerca detrás, porque, según nos explicaron, ¡les puede pisar! Y lo que hacen cuando notan que el otro invade su espacio vital, es salir de la fila, o cambiar de sitio o incluso darle una patada al «agresor».
Íbamos bastante tranquilos por el parque dunar de Doñana, subiendo y bajando las dunas, todo el tiempo por la arena. No todos los caballos son aptos para este tipo de paseos, solamente los más fuertes y resistentes. Luego bajamos a la playa, paramos para hacer fotos, y es donde se sintió que cada uno de los caballos tenía su propio carácter. Unos intentaron saltar, otros querían acelerar el paso, los amigos que fueron separados y obligados ir en fila, se reencontraron y se pusieron al lado, otros seguían peleando porque nunca se llevan bien… Como casi todos éramos primerizos, poco podíamos hacer para controlarlos 😉 hasta que nos pusimos de camino de vuelta, otra vez en fila…
Es curioso, pero parece que los caballos se reconocen entre ellos y tienen todo tipo de relaciones: desde amigueo y hasta el odio; algunos se huelen y se tocan y otros se dan patadas; unos disfrutan de la compañía de otros y algunos hacen todo lo posible para no seguir a algún caballo en particular o quieren siempre ir los primeros, como el caso de la Furia de Denys, que no se calmó hasta que no llegó a encabezar la fila.
Se me pasaron 2 horas volando, o mejor dicho cabalgando 😉 y ahora ya lo sé: «¡Montar a caballo no es tan incómodo como ir en camello!» Es un animal mucho más amigable y manejable, tardé mucho menos en acostumbrarme a Princesa que al camello del desierto. Y sí, repetiría la experiencia 😉
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