Erase una vez cuatro amigos los que amaban el mar, el surf, el buen comer y la montaña, así que un día decidieron ir al Norte de España, a Asturias concretamente, para pasar un fin de semana de ensueño; y lo consiguieron, consiguieron Comer, Amar y Surfear.
Entrando a Asturias por la carretera A67 en el km 144 empiezan vistas maravillosas, así que «adiós» al libro y «hola» a la ventanilla del coche que me separa del mundo de hadas… Los ojos bien abiertos, el corazón latiendo al unisono de las curvas, y mucha energía procedente de la magia del paisaje. Estamos en el Principado de Asturias y hoy toca descubrir sus pueblos con encanto.
Llanes
Un pueblo (bastante turístico, eso sí), entre la montaña y el mar, un amor imposible y por eso tan intenso!
El casco urbano está hecho para la gente preparada físicamente, ¿te atreves a patear sus calles y buscar calas perdidas? Desde la información turística (en la torre) nos mandan a ver los cubos, la creación del famoso diseñador Augustín Ibarroa, pero sinceramente no me encaja mucho en este enclave infinitamente natural…
Ribadesella
No la vimos en detalle esta vez, pero cuando estuvimos hace unos años, nos gustó mucho y os animamos que paséis a verla.
Para el atardecer elegimos la Playa de San Antolín (vistas increísbles y parking con fácil acceso).
Para amar y/o meditar todos los rincones de este sitio son increíbles: nos esfumamos en la puesta del sol sentados en una roca, que era mitad piedra mitad agua por los fuertes golpes de las olas. Al bajar, en la playa, nos encontramos con el río enfurecido que intentaba escupir la mayor cantidad del agua para disminuir su peso…
Es una playa en la que cada uno encuentra su paz: fijar la linea del horizonte hasta cansar la vista y romperse en lágrimas; contar las piedras hasta encontrar la tuya y olvidarse de números; seguir las olas con la mirada hasta la orilla y huir de ellas.
Os dejo con esta paz… poned vuestra música favorita, cerrad los ojos y … cuando queráis volvéis y aquí estará la continuación de nuestro viaje…
Cuevas / Cuevona
Sorpresa… Los que queréis literalmente flipar con esta sorpresa, ¡NO LEÁIS el siguiente apartado – en azul – ni miréis las fotos! Ésta es la dirección para ir a ver el sitio: pueblo Cuevas, en la orilla del rió Sella; desde Ribadesella hay que tomar la carretera RS3. Tambien hay una parada de tren llamada Cuevas.
A los curiosos os cuento la sorpresa: la única por la que se puede llegar al pueblo atraviesa la montaña. Como si de un túnel se tratara, pero natural, hecho por la naturaleza, hace muchísimo tiempo! Y esta carretera, que antes era un camino de tierra, sigue siendo el único acceso al pueblo. No hay luz, solamente unos cuantos focos que permiten ver la belleza extraordinaria de la cueva, con sus estalactitas y estalagmitas, pasadizos que se intuyen…
Salimos de la cueva y entramos al mundo-al-otro-lado-de-la-tierra que tiene sus casitas, su vía de tren de jugete y sus picos caprichosos; la gente va con una sonrisa extraña y no deja que los intrusos se quedaran aquí por mucho tiempo. Empieza a anochecer y decidimos volver a «nuestro mundo».
Covadonga
El pueblo de Covadonga, la catedral y la Santa Cueva son un clásico de la zona. Os advierto: Si no sois religiosos, ¡no paséis por aquí los días de fiesta o en temporada alta! Se abarroto de gente y se hace imposible aparcar.
Si tenéis suerte estar aquí en temporada baja, disfrutad de la tranquilidad de la Cueva Santa, sentid el amor que proporciona y quedaros en blanco ante sus paredes sin pensar en nada, absolutamente nada.
Contemplad la serenidad de la Catedral que, con sus paredes vestidos de verde, te hace sentir su respetable edad y sabiduría.
Percatad la fuerza de esta tierra, donde se acabó la conquista, porque los enemigos no fueron capaces de entenderla y superar.
Datos prácticos: un café en el restaurante del hotel de 4**** cuesta 1.20€ con bollo. A parte de este lujoso restaurante, debajo de la Cueva, donde la campana, hay un bar básico que, desde mi punto de vista, posee mejoras vistas y es más tranquilito. Hay baños gratuitos: donde el aparcamiento de autobuses y a la izquierda de la entrada a la Catedral, bajando las escaleras.
Lagos de Covadonga
El domingo la protagonista fue la lluvia…. A pesar de esto, subimos a los lagos de Covadonga. Mientras nos tomábamos un café en el bar de arriba lleno de gente variopinta – desde montanistas con ropa técnica hasta abuelitos con trajes de gala – la lluvia paró un poco y salimos a ver los alrededores. Para los que han estado aquí os digo: «los lagos son increíbles en cualquier tiempo; y si sabes los que esconden, a través de la lluvia y niebla, intuyes su majestuosa belleza».
Para los que nunca habéis visitado esta joya, tenéis que ir a verlos.
#TipViajero: La carretera de los lagos es bastante complicada. Si no estáis seguros de vuestras habilidades de conducir, es mejor coger el autobús que sale desde una serie de paradas señalizadas y cuesta 7,5€/persona + 2€/coche que hay que dejar en el parking. Si al final subís en coche, chequead el horario de apertura de la carretera, porque a partir de una cierta hora cierran la carretera, lo que os obligará subir con autobús… o no subir.
Ruta en coche:
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